El espía que surgió de mi sombra
Alargada sombra tiene la afilada silueta que
espera. Me
vigila apostada en la ventana cada mañana. Siempre alerta, siempre paciente, conteniendo
la respiración dispuesto a actuar en el momento preciso. Expectante, aguarda al momento
más adecuado. Frio y sin sangre derrama la de otros. El cazador de pájaros que nunca
más alzaran el vuelo. Algunos le denominaban francotirador, mas yo prefería
creer que aquella sombra era la muerte personificada.
Por unos instantes, quedé congelado observando
cómo me apuntaba directamente aquel fusil con mira telescópica y recordé mi
extraño sueño. Aquella oscura sombra me perseguía día tras día. O ella o yo. Y,
sin embargo, miré hacia otro lado. Un reflejo, una certidumbre. Si bien, ahora
sabía que ya no era real y solo era eso, un reflejo. Quizás solo era la sombra
de un sueño dormido. Sombras del pasado que resurgían. Volví la vista hacia el
interior de la cafetería y tomé otro sorbo de café. Me alegré de que comenzara
a nublarse.
La sombra
¿Qué es la sombra? La sombra es la luz que
no vemos. La sombra es aquello que se proyecta gracias a otra cosa, sin la cual
no existiría. Realmente, la sombra existe gracias a la luz. Sin luz no habría
sombra, salvo la sombra soñada o imaginada, claro está. El sol es el señor de
las sombras porque sabe que tiene las sombras de todos y todo, pero él nunca
tendrá su propia sombra porque la luz es luz y nunca sombra. Pero la sombra es
sombra porque hay luz. Después de todo esto me asombro, pues no deja de
asombrarme contemplar la sombra de tu movimiento. No me muevas, no me hagas
sombra. O sí.
“Miraré a tu sombra si no quisieras que te
mire. Quiero estar donde estará mi sombra, si allí estuvieran tus ojos” José
Saramago.
Esta es la frase extraída de "El
evangelio según Jesucristo" obra de José Saramago y que su mujer, Pilar
del Río, llevaba bordada en el dobladillo del vestido para la gala del Premio
Nobel. No llevaba un vestido, ha dicho, vestía una alegoría.
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